domingo, 29 de junio de 2014

Monstruos y profetas

El retador se repetía que cada momento de su vida estaba alineado a quedar para siempre en la narrativa de esta aventura, que toda la fuerza de su juventud había sido destinada al ascenso de esta montaña; palabras de profecía y entrenamiento con los monjes habían programado en su cerebro la valentía para marchar en la tormenta, para llegar hasta la débil pero tenebrosa torre en la cima.

Las puertas que quedaban estaban abiertas, no habían guardias, ¿quién iba a enfrentar a la Bestia?. Por una rendija vio luz, acercó su ojo y vio a la princesa durmiendo desnuda en los brazos del Enemigo.

Con una patada el agresor abrió su paso al salón del trono, el Monstruo despertó, soltó a su protegida, ¿era hora?, había perdido la cuenta del tiempo. La visión del príncipe le dio gusto, una sonrisa por el atrevimiento, por la oportunidad de matar el aburrimiento; el olor a miedo mezclado con el aliento ebrio de valor e ignorancia abrieron su apetito.

¿Una espada contra las garras y colmillos?, ¿un escudo contra la piel de acero?, ¿un arma contra el aliento de fuego?. La princesa despertó por el ruido, vio el salón pintado de sangre y volvió a dormir luego de un beso, seguiría siendo joven hasta que el próximo valiente intentara rescatarla.

Los profetas respiraron cuando amaneció y el Demonio no llegó con llamas y destrucción. El nuevo niño llegaba hoy, dibujaron rollos de profecía para sembrar en su sangre el valor y la juventud con que alimentaban al Enemigo para comprar su paz.

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